DE TANTO REPETIR SU NOMBRE
Después de beber unos tragos decidí irme al Hotel a Descansar, Cuál fue mi sorpresa al ver a una bella mujer dormir en mi cuarto: El 302.
No recordaba haberla visto antes.
No recordaba su dulce rostro, aunque me gustaba.
No recordaba su bello cuerpo, pero me atraía.
No quise despertarla porque entonces ella se espantaría.
Coloque una nota en el buro con mi nombre.
Me recosté en el sillón de la entrada y empecé a dormitar.
Su perfume de jazmines me envolvía.
El ronroneo de su dormir me arrullaba y hacia perder los minutos.
Dormimos uno cerca de la otra, sin notarlo la otra.
Al amanecer desperté y me encontraba solo.
El olor a jazmines permanecía en la cama.
Busqué algún indicio de su estancia sin encontrar algo.
Mi nota ya no se hallaba donde la había colocado.
Sobre el espejo se dibujaba un nombre apenas leíble; Adriana.
Se llamaba Adriana. Un corazón tenuemente dibujado adornaba su nombre.
Empezó mi mente a tratar de recordar ese nombre…; Nada.
Adriana… Adriana… Adriana… Adriana…Adriana…Adriana.
Por tanta repetición el nombre se me hizo extraño y confuso
El recuerdo de su rostro y de su cuerpo me harían llegar a ella, pensé.
Vague por los alrededores del hotel donde me hospedaba.
En El Salón Ardalios, que se encontraba en la esquina de Revolución esq. José Ma. Vigil, nadie me daba información con los detalles aportados.
Nadie contestaba a mi pregunta, de que si alguien conocía a una mujer llamada …. ¿Adriana?
Ante mi escasa resaca no me apetecía licor alguno.
A cuadra y media se encontraba un Café, entré, un café con un pan de dulce sería lo único que tomaría para continuar con el ajetreo de mi día.
El día transcurrió como todos mis días. De arriba abajo con prisas para terminar la labor encomendada. Una comida ligera con dos cervezas. La cena de igual manera; Un Sándwich de Pathé con lechuga italiana y un café de la olla.
De regreso al hotel, pensé mucho en Adriana, en su rostro, en su cuerpo.
De pronto, me encontraba cerca de un grupo de jóvenes que bailoteaban alrededor de ella. En el centro del grupo se encontraba Adriana ofreciendo, con una dulce voz, ramos de bellos jazmines.
Dos muchachos se acercaron a ella para comprarle entre risas y coqueteos.
Al dar la vuelta me miró, nuestras miradas jugaron un rato a reconocernos. Ella ganó en este juego, salió corriendo, con tal sorpresa de su acto, quedé inmóvil y no hice el intento de alcanzarla. En su prisa dejo caer un ramo de jazmines, al momento de recogerlo, el aroma de tal flor me paralizó totalmente.
Al llegar al cuarto 302 arroje el ramo a la cama, con el fastidio de la torpeza por no intentar alcanzarla. Ir tras ella para brindarle nuevamente mi cama, como una muestra de caballerosidad y con la plena seguridad de que yo solamente deseaba embriagarme con el perfume que despedía su cuerpo, y calmar la resaca de tal embriaguez con el recuerdo de su bello nombre.El ramo que descansaba en la cama cumplió mi primer deseo; embriagarme con su aroma. El segundo deseo; calmar la resaca con su nombre, no se cumplió, porque al repetir mil veces su nombre, se me hizo extraño, confuso y me conformé con curarme la cruda con el nombre de Ariadna.