Hace más de dos siglos, en el suroeste de Irlanda, vivía una buena y noble mujer viuda, quien en poseedora de vastas tierras pródigas y de barricas tan famosas como el delicioso vino que en ellas se añejaba.

Dicha dama, tenía un hijo , joven y alegre, desgraciadamente para su madre era muy fiestero y muy flojo, en cuanto al trabajo se tratara, ya que no hacía nada ni siquiera ayudar a su madre en la administración de tierras y atención sobre de ellas que tenía que hacer

La buena mujer no sabía qué hacer con su hijo, ya que lo había tratado de corregir, para que se volviera un hombre de bien, pero todo había sido inútil, ya que todos sus esfuerzos fueron nulos, lo había mandado a estudiar para que se prepara para el futuro, pero ni eso  quiso hacer,  ya que el decía que no había necesidad ya el patrimonio con el que contaba su madre  era suficiente y el estaba en la edad de divertirse.

Triste y decepcionada de su hijo por la conducta que tenia, ya que veía que su hijo bebía más de la cuenta y se iba casi a diario de parranda.  La buena  y noble dama, decidió poner un último intento, para que cambiara y decidió someterlo a un castigo.

Con mucho dolor en su corazón, llamó a su hijo y le dijo

Mira hijo, cono no es tu interés velar por los negocios y propiedades que tan duramente trabajo tu difunto padre, y que en gloria este.  Desde este momento, por tu conducta tan errada y tu manera tan tonta de gastar el dinero que no te ganas, al igual que tu tiempo y salud que tanto descuidas.  Te ordeno que desde este momento te encardaras de ordeñar y la limpieza de todas las vacas, y también  el cuidar las porquerizas.

El muchacho abrió tremendos ojos incrédulos y burlones.

Pero madre, si soy tu hijo, el señor de estas tierras, no se verá bien que el dueño haga esos menesteres.  Para eso madre tenemos un gran número de sirvientes.

La buena señora replico, ¿es que no has entendido? ¡es una orden! Y si no me obedees, vete despidiendo de tu herencia, no verás una sola moneda de élla. ¡Y te veras limpiando vacas y puercos inmundos! O bien te verás obligado a mendigar ¡tú el gran señor!

Al día siguiente antes de salir el sol, el joven estaba ordeñando las vacas, con una sed que le abrasaba más allá de la urgencia.

El joven pensaba en sus adentros.  (si  tan solo pudiera beberme una pequeña copa, minúscula)

Tomando las ubres tembloroso, maldecía su suerte y a su madre y a su padre difunto, y seguía pensando (/tan solo un pequeño sorbo, tan solo uno)

Llevado por la urgencia enorme de refrescar su garganta con la delicia del vino, decidió atravesar muy sigiloso la casa de su madre, donde ella todavía dormía, pero el entro para robarse un trago de la cava de la casa.

Cuando llego al lugar deseado, entro tembloroso y ansioso, cuando su mano temblorosa se topo con un mueble llego de botellas llenas, cuidadosamente acomodadas.

“Un sorbito, un sorbito nomás”, destapo la botella y la bebió ávidamente, se sintió más reconfortado y con más brío y seguridad, pero sin dudarlo tomo otra botella y otra y otra, y dando traspiés, tropezando y cayendo quiso regresar a sus labores, pero no pudo ya que estaba totalmente ebrio.

Allí, tirado en medio de las botellas vacías se quedo dormido y un sirviente de la cas lo encontró e informó a la señora de cómo estaba y lo que había sucedido.

La señora muy enojada, grito enfurecida.

¡Déjalo encerrado en la cava, si ha de terminar nuestro vino, que lo haga de una vez!

El joven durmió por varias horas, pero al despertar siguió bebiendo, y en el lapso entre beber y dormir, empezó a desvariar y creyó escuchar que alguien cantaba tan alegremente que le dieron ganas de pararse y bailar, el chico pensó que esta alucinando y que eso que escuchaba era provocado por el dulce vino que estaba ingiriendo.  Pero al poner más atención vio que efectivamente no era un desvarío, sino que en efecto había alguien dentro de la cava que cantaba y acompañaba su canto con música fiestera.

Tranquilo, el joven pensó que era algún sirviente de la casa que al igual que él se había metido a la cava y estaba bebiendo  el vino de su casa, el muchacho encamino sus pasos a través de las hileras de barriles, con la media luz que existía dentro quiso ver quien estaba ahí pero no vio a nadie, pero sin embargo seguía oyendo la alegre cancioncilla cada vez más fuerte.

El joven pensó, ¡ba!.  Si se escondió tan bien el ladrón, dejémoslo por la paz, ya que no habrá diferencia entre el ladrón y yo, ya que mi madre lo castigara igual por robo.

Estaba el joven tan briago a punto de darle un nuevo trago a su botella, cuando alguien por debajo de la misma, de un tirón se la arrebato. Y escucho que le decían.

¡Hey tú!, no seas díscolo y malo, comparte lo bueno ¡ja, ja, ja,! El joven se levantó de un salto, asustado y vio cómo la botella se alejaba por el suelo, como si le hubieran salido pies y corría.

El joven, dando traspiés, agarro a la botella y al tratar de darle un sorbo , volvió a ocurrir lo mismo, alguien la jalo y salió corriendo, el joven dijo, ¡Basta ya, quien eres o que brujería es esta, si quieres beber esto alcanza para los dos.

En ese instante, en medio de una pequeña nubecita de polvo, apareció  ante sus ojos, un hombrecito de unos 25 o 30 centímetros de alto, muy contento, vestido de pantaloncillos y chaqueta, con un pequeño sombrerito rojo de copa y con unas simpáticas botitas  de cuero, llevaba con él un violín y se puso a tocar y a cantar una canción más alegre que la anterior.

Se trataba de un duendecillo, como hay muchos, nada más que este era borracho y de comportamiento muy extraño, y le grito.

¡Hey muchacho, baila, hey muchacho bebe y dame de beber!

Cuando el joven vio los ojos rojizos del duende de nariz roja, su sonrisa sin dientes y su barba sin afeitar, su terror y miedo fue mayúsculo y toda la dulce embriaguez que sentía se le fue hasta el suelo y seria todo esto, pero de súbito recobro la sobriedad  y consiguió balbucear.

¡Qui..qui..qui..!

¡Kikiki! ¡Pareces un gallo torpe, muchacho! Y el pequeño hombrecillo comenzó a reír con tales carcajadas que el muchacho sintió rabia y vergüenza al mismo tiempo.

–No, qui..qui..ero decir ,¿qui,..quien eres tú?

El duendecillo, tocando su violín, empezó a bailar. Y a cantar

¡Soy la pesadilla de tu borrachera, infeliz! Cuando dijo eso cesó de dar gritos y maromas.

El joven enojado, fue por él y cuando lo agarro con su dos manos. PUFF, despareció, para aparecer  segundos después encima  del joven y riendo y diciendo. No puedes atraparme muchacho, ya te lo he dicho, yo soy tu peor pesadilla..

El duende doblado de la risa, aparecía y desaparecía a capricho, cada vez que el joven lo iba a atrapar.  Todavía se dio el lujo de aparecer con su violín y tocar y cantar al mismo tiempo  que enloquecía de rabia al joven, por estar primero aquí, donde el chicho casi lo apresaba y PUF, desaparecía para aparecer allí, donde el joven casi lo apresaba y PUF, volvía a desaparecer.

Así paso muchas horas el joven tratando de atraparlo, sin lograrlo y por fin enojado dijo.

¡Vete al infierno, visión de cavas y barricas! Y encamino sus pasos a la salida.

Antes de salir, escucho como el duendo arrojaba botellas vacías que estruendosas se rompían contra el suelo en mil pedazos.

¡Gracias joven, gracias, este vino es de lo mejor! ¡Salud! ¡Así me toca todo para mí solo!, y se podía escuchar el gorgoteo del dulce liquido en la pequeña garganta del duende arrugado y feo

Desesperado, empezó a gritar, ¡sáquenme de aquí! Ya no quiero estar aquí, por favor!..Era tan desgarradora su suplica y tan fuerte los gritos, que el criado de la casa al escucharlo, fue corriendo a ver a la madre del joven y le dijo lo que estaba sucediendo.

Esta bien, sácalo de ahí, espero le haya servido la lección, fue la orden que dio la mujer.

Cuando el muchacho salió, le dijo a su madre lo que le había sucedido, y  su madre y el sirviente bajaron a la cava, constatando que en efecto, había docenas de botellas apiladas y otras tantas rotas. Cuando vieron todo eso, pensaron que ningún ser humano pudo haber ingerido tanto vino y no morir de congestión alcohólica.

Cuando regresaron a la casa, vieron que el muchacho, estaba sobrio, pero su aspecto era de alguien que había vivido momentos muy difíciles.

El caso es que desde ese día el hijo de la señora ya no volvió a beber y se dedico ayudar a su madre en el manejo del negocio.

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1 comentario en "EL DUENDE DE LAS CAVAS"

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