LA PROMESA
Muchas veces hacemos promesas y a las personas a las que se las hacemos llegan a morir y nuestras promesas que hicimos las echamos al olvido, porque a quien se las hicimos ya no están en este mundo.
Esto le sucedió a Pedro, un joven que vivía con su abuela, una mujer ya de avanzada edad, la cual siempre hablaba con su nieto por las noches cuando el regresaba de su trabajo y de estar con sus amigos.
Ella siempre lo esperaba con una rica taza de chocolate, los dos juntos y sentados en la mesa platicaban, la anciana siempre le daba consejos y le decía.
Mira hijo mío, tú eres un buen hombre trabajador, yo sé que me quieres y siempre has estado al pendiente de mi, pero tienes un problema muy grande que es el vicio del alcohol, y ese vicio te hace perder lo bueno que eres, y si tú te fijas, cada vez es peor, ya que olvidas las promesas que haces, siempre dices que vas a dejar de tomar, pero al estar con tus amigos y frente a una copa, olvidas todo. Y quiero que recuerdes que yo no voy a estar siempre contigo, ya estoy vieja, y pronto Dios me llamara y te quedaras solo.
El joven se levanta de su asiento y con lágrimas en los ojos le dice a su abuela.
Abuela tu sabes que yo te quiero mucho y te prometo que voy a dejar de tomar, pero el día que tú me faltes, te prometo ir a tu tumba y llevarte un rico chocolate caliente y un rebozo nuevo para que no pases frio, y estar contigo platicando como lo hacemos noche tras noche.
La abuela, al igual que su nieto con lágrimas en sus ojos lo beso y lo abrazo muy fuerte, y le dice. –Lo único que quiero es que no me olvides aunque ya no esté contigo y recuerdes que yo siempre estaré contigo, yo también te quiero nieto adorado, y así con esas palabras la abuela y el nieto siguieron abrazados.
Pasaron los días y Pedro seguía su misma rutina, después del trabajo pasaba al bar con los amigos y tomaba sus copas, su abuela movía su cabeza pero como siempre lo esperaba con su chocolate caliente.
Pero un día que llego Pedro a su casa, encontró a su abuela acostada en su cama, no se movía y por más que el joven le hablaba la abuela no contestaba, estaba muerta, el joven le lloro con mucho dolor.
Pasaron los meses y la promesa que Pedro hizo a su abuela quedo en el olvido, el seguía con su misma rutina, pero una noche que Pedro llego a su casa más tomado que de costumbre, llego directo a su cama, y ahí tumbado se quedo dormido pero ya entrada la noche, Pedro escucho una voz que le decía
Pedro, nieto adorado, tengo frio,
Pedro, despertó, creyendo haber escuchado la voz de su abuela, pero volvió a recostarte, pero volvió a escuchar la voz de la abuela que le volvía a decir — Pedro, hijo mío, tengo frio.
Pedro pensó que estaba soñando, se paro y se dirigió a la cocina para prepararse algo caliente, cuando de pronto al volver la cabeza, vio a su abuela sentada en la mesa y diciéndole
Pedro, que bueno que me estas preparando un chocolatito caliente, tengo mucho frio.
El alcohol que Pedro tenía en su cuerpo se desvaneció y acercándose a su abuela
se hincó frente a ella y le dijo.
Perdóname abuelita por no cumplir mi promesa, pero te juro y te prometo que a partir de hoy no volveré a tomar ni una copa y te iré a visitar a tu tumba y ahí tomaremos nuestro chocolate caliente y te llevare tu rebozo para que no tengas frio.
Pedro corrió a su cuarto y saco un saco nuevo que tenia y cortándolo le hizo un tapado a su abuela y se sentó con ella a platicar.
A partir de ese día, Pedro acompañado de algunos familiares iba a visitar la tumba de su abuela, sin olvidar su chocolatito caliente y un rebozo nuevo.