Que difícil dilema, es acercarse a aquel que sentimos que nos ha ofendido, continuamente decimos que uno no tuvo la culpa, y que el o ella, debería de acercarse a uno.

Mas constantemente, estamos con la idea que, si sucediera un perdón de su parte, todavía lo pensaríamos, ya que nuestro orgullo, siempre va por delante de nuestro verdadero sentir.

También siempre, obstruimos nuestro entender, antes que aceptar, que también uno, tuvo algo que ver en la molestia.

El ser humano, es capaz de perder su trabajo, y arriesgar su vida laboral, por no aprender a soportar, ni una ofensa de parte de compañeros, o más aun de nuestro superior.

Es verdad, nadie debe de ser tratado mal, más del mismo modo deben de saber que a veces el ofensor esta arriba, y el ofendido abajo, pero la balanza de la vida, cambia sin cesar.

Mas si vieras, descubrirías que la totalidad de las veces, somos capaces de terminar una verdadera amistad, o un bello lazo de sangre, por simplezas, por problemas sin sentido, que con el pasar del tiempo, cicatriza la herida hacia el olvido y dejamos pasar la oportunidad de perdonar.

Si observaras entre ti mismo, en tu interior, percibirías que son solo acciones, y palabras, que son solo vivencias y no dolencias.

Como es posible, esperar a que el tiempo endurezca nuestro corazón cada vez, y que nuestro orgullo nos someta antes de solicitar un perdón.

Piensa, no en la ofensa, mejor piensa en los momentos felices, y las sonrisas que tuviste con ese amigo, con ese hermano, o mejor aun con ese desconocido.

Y si no tuviste ninguna, piensa en lo que pudiste hacer con el, si no hubiera ocurrido ese daño o dificultad.

Si el Hijo de mi Padre, puso las dos mejillas, y aun así, se acercó a pedir perdón sin ser el agraviante, entonces, con más razón, por que tú no te acercas con tu ofendido o tu insultante, de igual forma.

Pon atención a esta vivencia, ya que solo aquellos con buen sentir, así como buen corazón, entenderán.

No existe vivencia, ni ofensa mayor, que la que tú haces a mi Padre con tu necedad y orgullo vago.

El Ángel Supremo, no una, sino varias veces fue ofendido, es mas, fue juzgada su autenticidad por sus mismos seguidores, mas sin en cambio, el aceptaba y permitía un fin, de sus palabras.

Consentía y escuchaba, y a veces, decía su opinión, aunque sabía del enojo de su ofensor, pero cuando Él, con su inteligencia infinita, notaba cada vez mas necedad y tensión, simplemente decidía callar, y esperar una tranquilidad.

Así mismo, antes de esperar una disculpa, el mismo se acercaba pidiéndolas, logrando con esto, un sentir de arrepentimiento de su ofensor.

Así con el tiempo, el fue el mediador, y enmendador, de problemas insignificantes.

Él siempre decía.

Si por una ofensa, o un enfado común, voy a perder a un hijo, mejor acepto mi parte de error, antes que perderlo.

Dichosos los que entiendan.

Que dilema puede haber entonces en un arrepentimiento, o un perdón, si realmente uno acepta la parte de su culpa.

Así que por favor no temas, y mucho menos seas tan cruel con tu sentir, al privar de algo hermoso, por algo tan pasajero como es una ofensa.

Las palabras se escriben, pero también se pueden borrar.

Los golpes duelen, pero con tiempo y fe sanan.

Las ofensas son momentáneas, y después se las llevan los vientos.

El agua humedece, mas sin en cambio con sol seca.

El fuego quema, pero también proporciona calor.

Así que mejor toma esas ofensas como simples vivencias, y absorbe lo positivo de ello, para recuperar tu sentir sincero.

Dichosos los que entiendan.

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