EL HOMBRE QUE MENSTRUABA EN LA INDIA
se construyó un útero artificial usando una vejiga de goma, la llenó de sangre animal y se lo fijó a la cadera y probó sus prototipos colocándolos en sus calzoncillos, pulsando la vejiga simulando el flujo menstrual.
En 1998, un hombre de la India de nombre Arunachalam Muruganantham preocupado por sus escasos recursos, se dio cuenta de que su mujer estaba usando trapos viejos para hacer frente a la menstruación, ya que no podía permitirse el gasto de adquirir toallas sanitarias. Muruga se sorprendió, pero también vio la oportunidad para impresionarla, así que decidió producir toallas sanitarias él mismo. Al principio le parecía una tarea sencilla, compró un rollo de lana de algodón y lo cortó en trozos, del mismo tamaño que las toallas sanitarias que se venden en las tiendas, y luego los envolvió en una capa delgada de algodón, le presentó este cojín prototipo hecho en casa a su esposa y le pidió que lo probara, sin embargo el resultado no fue el esperado, de hecho fue devastador, por lo que su mujer le dijo que prefería seguir usando trapos viejos.
En lugar de desanimarse se propuso mejorar su prototipo, quería saber cuál era la diferencia con las toallas que se compraban en las tiendas, así que empezó a experimentar con distintos materiales pero tenía el problema que debía esperar a que llegara el nuevo periodo de su esposa para probar de nuevo, y su esposa estaba llegando también al límite de su paciencia, puesto que sufría las consecuencias de los nuevos fracasos, así que Muruga buscó voluntarias para sus experimentos, así que acudió a la escuela de medicina de una universidad cercana a su pueblo, a preguntarles a las estudiantes si aceptaban probar sus nuevos prototipos.
Algunas aceptaron pero no proporcionaban toda la información que necesitaba debido a que se avergonzaban, no tuvo otra opción que buscar la manera de probarlas él mismo, para ello se construyó un útero artificial usando una vejiga de goma, la llenó de sangre animal y se lo fijó a la cadera y probó sus prototipos colocándolos en sus calzoncillos, pulsando la vejiga simulando el flujo menstrual.
Sus prototipos aún tenían fallas por lo que constantemente se manchaba su ropa y olía muy desagradable, así que los vecinos se dieron cuenta que algo extraño pasaba con él y comenzaron a correr rumores y especulaciones, entre los que se incluía que estaba enfermo de algo grave o que se trataba de un pervertido. Dichos rumores ejercieron demasiada presión en su esposa que decidió dejarlo e irse a vivir con su madre.
Pero para Muruga ya se había vuelto una obsesión y no descansaría hasta encontrar la solución del problema, ya que en este proceso de investigación descubrió que solo el 10% de las mujeres en la India tiene acceso a toallas sanitarias, es decir que había más de 300 millones de mujeres sin acceso a productos de higiene menstrual apropiados.
Muruga no se rindió. Ahora sabía qué estaba pasando debido a su experimento. Ya no era sólo por su esposa sino por todas las mujeres de la India, y necesitaba crear una toalla a bajo costo.
Dos años le tomó encontrar finalmente el material adecuado y luego otros cuatro años para encontrar una manera de desarrollar la máquina que las pudiera fabricar a bajo costo, pero valió la pena, logró una maquinaria fácil de usar y que podía producir toallas sanitarias a bajo costo.
Una máquina importada para producir toallas sanitarias tenía un costo de más de 500 mil dólares, la que el produjo tenía un costo de sólo 950 dólares.
Por fin logró su objetivo, ahora grupos de mujeres, o escuelas pueden comprar esta máquina y producir sus propias toallas sanitarias y aún más, vender el excedente.
Con esta maquinaria Muruga ha creado fuentes de trabajo para mujeres en la zona rural de India, es decir ha revolucionado la industria logrando que cada vez más mujeres puedan tener acceso a una higiene menstrual adecuada, ha vendido 1300 máquinas similares en 27 estados de su país y recientemente ha comenzado a exportarlas a países en vías de desarrollo.
Hoy Muruga se ha convertido en uno de los empresarios sociales más conocidos de su país y la revista Time lo nombró en 2014 una de las 100 personas más influyentes del mundo.
Aunque empresas internacionales han querido comprar la patente de su maquinaria, se ha negado, vendiendo sólo a grupos de autoayuda de mujeres.
Historia original publicada en Al Jazeera por Dirk Gilson