Por ése ángulo, lo mismo… nunca existirá una variante.

Por éste otro… por mucho que cambie me parecerá idéntico como todos los días, con la nefasta pretensión de busca otra vista que permita deshacer el misterio de ésta caja maldita.

Mis manos no quieren, al menos por el momento, romper el cristal que me aísla de todo.

Esta vez me conformaré con tocar suavemente la cáustica composición de las maderas.

Me quedan años para aprender a dar la vuelta sin golpear con mi necedad, sin tener que mediar entre la precaución y el deseo, pero allí está otra vez; desnuda, con el garbo de una gran señora, con su pelo ornamental.

El sólo contemplarle me obliga a golpear el cristal grisáceo e infinito; prisión métrica y uniforme que me repite a cada instante:

“Es demasiada mujer para ti”

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