Escrito XXVIII
“Tu, pescas peces para calmar el hambre, y yo pesco almas para agrandar la fe.”
“deja tu barca de madera, y sube a la barca de mi Padre, para pescar la esperanza y la fe.”
“sígueme y navega conmigo.”
El pescador.
“Tu, pescas peces para calmar el hambre, y yo pesco almas para agrandar la fe.”
Palabras que Iesus dijo a Pedro aquella tarde en que el sol bajaba su temperatura, y se disponía a partir.
Antes de que el sol desapareciera totalmente, y la primera estrella apareciera ante aquella luna, Pedro con mirada temerosa y llena de asombro, empezaba a mover sus pisadas al lado derecho de su gran Maestro y Salvador, llamado Iesus.
Mientras Pablo hermano de aquel pescador de oficio idéntico, al ver y oír las palabras de aquel hombre, entendía que su lugar era al lado de su Maestro de vida, y de su hermano mayor.
Pedro y Pablo, juntos tiraron redes, y juntos pisaron la tierra que Iesus pisara alguna vez.
Aquel hombre que el Ángel Supremo llamara y bautizara como Pedro, fue el hombre el cual con entrega y buen aprendizaje, caminó y enseñó la doctrina de Dios, hasta el último día de sus vidas.
Hombre maduro de carácter fuerte y tenaz, valiente ante los hombres, y guerrero en contra de las injusticias, pero aun así, de corazón enorme y bondad extrema.
En ocasiones no cobró denario por su pesca al ser testigo del hambre o necesidad de su semejante, y en otras mas, su poco denario lo otorgaba a aquellos que no tenían lo que el podía tener.
Pescador de oficio ya que hereditario tenía el arte de las redes marítimas, leía y escribía poco, todo gracias a su madre, pero pescaba como el mejor gracias a su padre.
Mudo diversas ocasiones de lugar de vivienda, debido a la escasez de denario, así como a los altos impuestos por pescar.
Siempre unido a su familia fue, desde sus padres a sus hermanos, tíos, y algunos primos.
Pero sobre todo unido desde su infancia, a la esperanza de mi Padre hacia su persona.
Cada día brindaba su pesca a mi Padre, y cada vez que su pequeña barca zarpaba, bebía agua de aquel mar, para sentir la creación de aquel gigante desconocido.
Aquel hombre llamado Pedro, unido a una mujer estuvo, y gracias a su respeto y fidelidad bendecido con tres críos fue.
Aunque en su hogar escasez existió, jamás falto vestido y sustento, pero jamás de los jamases falto amor verdadero.
Su pequeña casa otorgada a mi Padre era.
Muy unido a su hermano consecuente el cual bendecido y bautizado por Iesus fue Pablo.
Los dos eran mas fuertes que mil, y juntos su fe, la posaban cada día ante la mirada de mi Padre.
Y como cualquier hermano que se ama, por diferencias pequeñas discutían, pero la dulce calma regresaba gracias a la sabiduría interna de sus corazones.
Juntos lazaban las redes y juntos combatían contra las olas, pero Pedro responsabilidad mayor sentía, ya que pedía protección a mi Padre en cada viaje para su hermano menor.
Cada pez que caía en sus redes, agradecía a mi Padre por tal gracia, así como agradecía a los peces por permitirles saciar su hambre, así como por la lucha de sobre vivencia de su vida.
Partía muy temprano, por la pesca del día, y de igual forma muy temprano regresaba, para continuar con sus labores normales.
Cuando acusado fue por lucrar con pescado malo y pequeño, ante los ojos de su acusador, los peces de la nada crecieron y desaparecieron, y su barca llena de peces buenos estuvo sin una explicación terrenal alguna.
Siempre navegó los mares con respeto infinito, y agradecía a mi Padre por ser parte de su creación, y conocer más allá del agua de la orilla.
Siempre habló de palabras y maravillas de Dios, y algunas veces sentía que escuchaba voces internas, las cuales guiaban su vida, cuando en realidad solo oía la voz interna de su fe, hacia mi Padre.
Y esa voz muy pocos saben oír y muchos menos entender.
Una mañana antes de zarpar, comentaba a su hermano Pablo, sobre los rumores del Hijo de Dios en la tierra, y decía que el anhelaba estar junto a Él, así como afirmaba que dejaría todo con tal de estar junto al Ángel Supremo, si Él se lo pedía.
Pablo solo reía, y le decía que Dios no necesitaría pescadores ignorantes, que Dios necesitaría gente con conocimientos en su palabra, y que ellos no la tenían.
Pedro solo se le quedaba viendo y le contestaba
“pesco con la red peces, para calmar el hambre, pero me gustaría ser atrapado por las redes de mi Padre, y ser alimento que nutra la fe.”
Y sus palabras fueron escuchadas.
Cuando regresaron a media mañana de su pesca, un observador, solo los veía con entusiasmo, y aun sin decir nada, solo los observaba.
Antes de que el sol terminara su labor de aquel día, aquel hombre observador se acercó a la barca de aquellos hermanos pescadores, y tocándola con su mano derecha, les dijo.
“la madera sencilla, puede ser la mejor madera, con fe, no existe nada que la haga llorar.”
Pedro contestó.
“así es, mi barca sencilla me acompaña cada mañana, y jamás ha llorado.”
“¿quién eres tú?, ¿acaso quieres un pescado?, toma los que quieras, son tuyos.”
Y aquel observador le dijo de nueva cuenta.
“Tu, pescas peces para calmar el hambre, y yo pesco almas para agrandar la fe.”
“deja tu barca de madera, y sube a la barca de mi Padre, para pescar la esperanza y la fe.”
“sígueme y navega conmigo.”
Pedro al escuchar esas palabras, le contestaba con sorpresa.
“Tú eres aquel, que desde los cielos pesca a los hijos y trae la esperanza al hombre.”
Iesus
“soy solo la imagen y semejanza, sígueme y toma tus nuevas redes de esperanza con tu fe.”
Pablo el hermano de Pedro solo oía y con sorpresa y sin palabras, solo escuchaba.
Pedro volvió a decir.
“Maestro, Dios, que va a ser de mi familia y de mis hijos, ya que solo de mi trabajo de pesca dependen.”
Iesus contestó aquellas palabras con una sonrisa.
“su etapa terminó, y desamparados jamás estarán, tu familia de nueva cuenta será otorgada.”
“dijiste que si yo lo pedía dejabas todo, así que sígueme y no mires lo que dejas atrás, ya que tu cosecha, será levantada por los que dejas.”
Iesus terminó estas palabras con una sonrisa de nueva cuenta, y dio la vuelta.
Pablo al ser testigo de aquella conversación de su hermano con aquel observador, rompió su silencio y dijo.
“Maestro puedo ir yo, donde vayas Tú y mi hermano.”
Iesus sin voltear y con paso suave, contestó.
“puedes ir donde tu fe y corazón te dicten.”
“puedes seguirme a mi y tu hermano o puedes seguir mejor a la palabra de mi Padre.”
Iesus caminó toda la orilla de aquella playa y desde ese instante, Pedro a su derecha estuvo, y Pablo con pisada entregada atrás de ellos siguió, oyendo y entendiendo la mejor palabra.
Pedro y Pablo, hermanos de sangre, pero hermanos de la fe del mundo.
Por amor dejaron su vida previa, dejaron el mar para pescar en el océano de la gracia de mi Padre, el océano de la vida.
Pedro negó al Ángel Supremo tres veces, y solo fue un acontecimiento como enseñanza de que el miedo, hace callar la boca, y que el temor al castigo, hace negar lo evidente.
Pedro acercó a Iesus en su cruz, y lloró con tanto sentimiento, que Cristo le dijo al verlo desconsolado.
“mi amigo pescador, no conviertas tus lagrimas en un océano, mejor convierte tu sentimiento en redes de fe, y da esperanza, pesca como antes lo hacías, que yo a tu lado estaré, y en tu boca las palabras pondré.”
“recuerda como esta cruz de madera sencilla, soportó más que aquella cruz de madera buena, lo sencillo con fe puede ser mas resistente, y no llora.”
Desde aquella ocasión, Pedro recorrió de nueva cuenta todos los rincones donde pisó su maestro y amigo Iesus, y en sus palabras llevó por siempre las palabras que el Ángel Supremo decía con amor a sus hijos.
Vivió y caminó tan humilde como cualquiera, aunque en su boca y palabras llevaba la riqueza.
Dichosos los que entiendan.
Cuando aprehendido fue, por aquellos falsos oradores y falsos jueces dictaron su sentencia, Pedro enterado por su próxima muerte hincó en aquella celda húmeda, y con la luz de su fe, dijo.
“gracias Padre, por avisarme hasta de mi muerte, mi red ha cumplido.”
Intentaron crucificarlo como a su gran maestro Iesus, ya que recordado como caminante a su derecha era. Pero Pedro negó diciendo.
“no soy digno de morir como el Hijo de Dios, ya que Él era un rey, y yo tan solo soy un pescador.”
Al oír esas palabras tan humildes de un condenado divino, aquellos verdugos invirtieron su cruz y lo crucificaron de cabeza.
Cruz hecha de madera, de aquel árbol de tronco podrido, que se encontraba solo en aquel pedazo de tierra en las afueras de ese lugar, árbol muy viejo pero resistente como un joven.
Antes de morir Pedro dijo con alegría.
“aunque esté de cabeza, al reino de mi Padre entraré de frente y daré cuentas, y feliz muero por que por fin he sido pescado por las redes de mi Padre para nutrir la fe de su mundo.”
Cerró los ojos tan sutiles, que aquellos que crucificaron, llenos de vergüenza vivieron hasta el último día de sus vidas, ya que aquella mirada y aquellas palabras jamás olvidaron.
Aquel pescador llamado por Iesus, Pedro, fue acompañado por mis hermanos hasta el trono de Dios, y las llaves del reino del Hijo, otorgadas fueron con amor.
Dichosos los que entiendan.
Es triste ver que atribuyan la cruz invertida al ángel caído, cuando esa cruz debería de ser ejemplo de humildad, ejemplo de Iesus y su pescador.
Pescador el cual invirtió su cruz de muerte, por ser un pescador de Dios.
No hay cruz mal hecha, solo portador indigno.
Dichosos los que entiendan.
Para ti una cruz invertida es signo del mal, pero para aquel pescador llamado Pedro, que murió de cabeza, era tan solo una cruz de madera sencilla, que le recordaba la muerte de su amigo y maestro Iesus.
La madera sencilla jamás se rompió, al igual que su fe.Dichosos los que entiendan.