Su historia y más de trescientas iglesias, mezquitas y sinagogas, han dado testimonio de los acontecimientos más relevantes de las tres religiones monoteístas con un mayor número de fieles, como son el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam.

Tan sólidamente está construida en la vehemente geografía de la fe que resulta difícil recordar, en ocasiones, que Jerusalén es una ciudad física.  Para millones de personas de razas y credos distintos se trata del lugar más santo del mundo. Una historia tan extensa como rica, entreteje acontecimientos cruciales de las tres religiones monoteístas con mayor número de fieles.

Aquí Yahvé mostró a Abraham la tierra prometida, aquí Cristo murió en la cruz y resucitó, desde aquí Mahoma subió al cielo a recibir el Corán de las manos de Alá.

El Muro de los Lamentos o de las Lamentaciones, el Santo Sepulcro y el Domo de la Roca, son los principales símbolos físicos de aquellos hechos divinos.  Además de ser centros de devoción, constituyen expresiones trascendentes de la identidad cultural y política.

Excavar en los cimientos de Jerusalén, es suponer o emprender un viaje a la noche de los tiempos, cinco mil años de dilatada historia acompañan a una de las ciudades más antiguas de la humanidad.

Las primeras referencias escritas aparecen en inscripciones sobre estatuillas egipcias del siglo XIX antes de Cristo, en los llamados textos Execración, cuyo objetivo era humillar al enemigo.

Las tierras de Canaán estaban entonces bajo el control egipcio y habitadas por los amorreos.

Fue una ciudad compartida, como capital de Judea, Jerusalén creció bajo la amenaza de la expansión asiria. A pesar de resistir el sitio  de Senaquerib en el 701 antes de Cristo, dos siglos más tarde caería en manos de Babilonia, el otro gran reino mesopotámico.  Por orden del victorioso rey Nabucodonosor, fue arrasada y sus habitantes llevados en exilio a Babilonia, hasta que cincuenta años más tarde en el año 536 antes de Cristo, Ciro, el rey de Persia, autorizó regresar a sus tierras a todos los exiliados que encontró en su recién conquistada Babilonia.

También fue Santuario Cristiano y musulmán.  Con la llegada del emperador Constantino, el cristianismo fue proclamado religión oficial del imperio y Jerusalén declarada Ciudad Santa.

Numerosas iglesias se construyeron para conmemorar cada hecho de la vida de Jesucristo, la última Cena, el Santo Sepulcro, la Resurrección.

Sin embargo, la historia cambio una vez más de signo, cuando en el 638 entró en escena un nuevo protagonista, el Islam.

La toma de Jerusalén sin derramamiento de sangre por parte del califa Omar, marcó el inicio de trece siglos de dominación musulmana, apenas interrumpida por el paréntesis de las cruzadas.  Al Identificar el monte del Templo como el lugar del cual Mahoma subió a los cielos en su Viaje Nocturno y levantarse las mezquitas de El Aksa y el Domo de la Roca, Jerusalén adquirió significado para el mundo islámico que la reconoce como su tercera ciudad santa.

Si bien en el monte Sion se halla la tumba del Rey David, el Muro de las Lamentaciones es el lugar más sagrado por los judíos.  La tradición de rezar delante de esta enorme pared se remonta más de dos mil años, cuando los romanos destruyeron el gran templo  y solo quedó el muro oriental.  Desde entonces los judíos que rezan delante del muro, depositan en sus ranuras un papelito con alguna petición.  Esta costumbre del Kvilelach, esta tan arraigada que muchos judíos les dan sus papelitos a parientes y amigos que viajan a Jerusalén, para que los depositen allí.

En recuerdo de la Vía Dolorosa de Cristo, entre lo humano y lo divino, el pasado y el presente, cada Semana Santa, se revive en Jerusalén, en el mismo escenario donde ocurrieron los hechos, la Pasión de Cristo.  Camino de sufrimiento, la Vía Dolorosa, recorrer casi un kilómetro en ligero ascenso a través de los barrios árabes y cristiano.

La tradición asegura que cerca de la Puerta de los Leones, donde se ubica hoy la escuela Omariya, estuvo la Fortaleza Antonia. “testigo “del  juicio de Jesús. 

Una ciudad activa todo el año, la ciudad de Jerusalén, Yeruhalayim en Hebreo, Bait al Mugadas o Al Ouds, en Árabe, se ubica en la meseta central de Palestina, a unos setecientos sesenta metros sobre el nivel del mar.  Por el este mira al mar Muerto y a través del rió Jordán, a las montañas áridas de Moab.  Por el oeste se extiende una llanura costera del mar Mediterráneo, del que distan unos 58 kilómetros.

La parte nueva de Jerusalén ha sido convertida por los israelitas en una hermosa y moderna ciudad.  Allí está además es un destacado centro comercial e industrial, con fábricas industriales y metallúrgicas.

La actividad cultural y científica se centra en la Universidad Hebrea, el Centro Médico Universitario Hadassah, la Academia de la Lengua Hebrea y otras instituciones Pero lo que atrae a números  peregrinos son los santuarios de las tres religiones, durante todo el año.

Un destino incierto, Omeyas, Abásidas, Ayubitas, Mamelucas y otomanos, imprimieron su sello particular a la era musulmana, entre los periodos de tolerancia y fanatismo, esplendor y olvido.  Los años del mandato británico en Palestina (1917-1948) y el surgimiento de los nacionalismos que el extinto imperio otomano eclipsó, han puesto manifiesto el mosaico de los pueblos de distintas religiones que habitan la antigua ciudad y cuyas complejas relacione son, pese a la problemática inherente, una invaluable herencia histórica, así como el rasgo más atractivo y la personalidad misma de Jerusalén.

Como se sabe Jerusalén, ha sido declarada parte del Patrimonio Mundial, en peligro por su irregular desarrollo urbano, la afluencia turística y los conflictos políticos de la región.

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