La vigoréxia, es un trastorno que afecta sobre todo a los varones.  Y suele presentarse en la adolescencia. A esto también se le llama Músculos que enferman la mente.

La vigoréxia, llega a convertirse en una obsesión, para los vigoréxicos, el culto a su cuerpo se convierte en una obsesión, y esto puede resultar fatal si se combina con hormonas y anabólicos.

El doctor Pope, siquiatra de la Facultad de Medicina de la  Universidad de Harvard y algunos colegas, han llamado al trastorno dismorfia muscular y vigoréxia: Con el primer término lo encasilla como una modalidad de “dismorfia corporal”, o sea, un trastorno en el que el paciente no acepta ninguna parte de su cuerpo.

El término fue acuñado en 1886 por el italiano Morselli, quien narro el caso de un “hombre lobo” que, a pesar de tener exceso de vello corporal centraba su preocupación en su nariz; La veía horrible, prominente y llena de cicatrices  Lo mismo sucede con la vigoréxia.  La percepción de las personas es irreal. Se ven demasiado delgadas, con poco músculo, deformes, nunca perfectas, asegura el especialista y agrega “Pienso que la vigoréxia está relacionada con el desorden obsesivo compulsivo. Y que, tal vez, existe cierta predisposición biológica que hace que ciertos hombres sean más obsesivos que otros.  En el trastorno obsesivo compulsivo clásico, la gente lava sus manos trescientas veces al día, por ejemplo,  Esto es lo mismo, solo que en vez de existir una obsesión por la limpieza y una compulsión por lavarse las manos, hay una preocupación por los músculos y una compulsión por levantar pesas y comer proteínas”

Para los vigoréxicos, su segunda casa es el gimnasio, ya que siempre se ve a si mismo como un ser flaco y enclenque. Sobre todo al comparar los progresos ajenos, se obsesiona más con su cuerpo.

La reciente identificación de este trastorno nos hace suponer que estamos ante los narcisos del siglo XXI.

La principal característica de los vigoréxicos en su obsesión por el entrenamiento físico, sobre todo la gimnasia con aparatos y las pesas.  Llegan a olvidar sus quehaceres cotidianos, los compromisos adquiridos.  Cambian de modo radical de hábitos de vida, sin que sean consientes de ello.  Son los narcisos del siglo XXI, abismaos en si mismos, se despreocupan de todo.  Viven para ellos, para su cuerpo y para su imagen. Practican los ejercicios elegidos sin importar las condiciones climáticas (aún cuando sientan alguna molestia o indisposición), se enfadan  y se sienten culpables si no pueden realizar sus rutinas o si alguien los critica por sus excesos.

Son personas con problemas de integración, baja autoestima y rechazo de su imagen, se pesan y miran al espejo cada vez que pueden. También suelen compararse a cada rato con otros compañeros de gimnasio, por lo general ven ellos mayor progreso  en personas ajenas que los propios, lo que los impulsa a intensificar sus ejercicios, a ser más obsesivos con su dieta  o, en casos extremos, a ingerir sustancias como hormonas o anabólicos.

La vigoréxia, conlleva a daños graves como la deformidad ósea (incluso fracturas), loas anabólicas alteran el sistema metabólico y cardiovascular, y elevan los niveles de colesterol.

Aunque no es muy común, la vigoréxia existe también en las mujeres, aunque se sabe de pocos casos, sobre todo se ve en las mujeres que  practican el fisicoculturismo y tienen más de veinticinco años de edad, Las que toman hormonas y anabólicos para aumentar su masa muscular, corren el riesgo de dañar su salud y sufrir varias molestias, como agrandamiento del clítoris, períodos menstrúales irregulares, acné, retención de líquidos, engrosamiento de la voz, excesivo vello facial.

Ahora bien, hay que dejar claro esto, Practicar el fisicoculturismo no es, necesariamente, un signo de que se padece vigoréxia.

Si bien la vigoréxia no tiene cura, es posible controlarla mediante una psicoterapia individual y de grupo, y dosis de serotonina antidepresivos y ansiolíticos inhibidores.

El punto fino es incitar a los vigoréxicos a disminuir su entusiasmo y ansiedad por la práctica deportiva. Un especialista tratara que se interese en otras actividades menos nocivas para su cuerpo.  El entorno afectivo, de amigos y familiares cumple una función muy importante en la recuperación del enfermo.

El paciente debe sentirse apoyado cuando intente poner en práctica una rutina de ejercicios más razonable.

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