Posterior a la Revolución mexicana hubo otro periodo sangriento del cual no se hace mención en los libros de historia común, tal vez porque no es motivo de orgullo, en este periodo, el presidente, Plutarco Elías Calles, hizo efectivo los artículos de la Constitución de 1917 en que quita las propiedades a la Iglesia Católica, así como la limitación de la libertad de culto a los templos destinados para tal fin, es decir, que no podían o debían, mejor dicho hacer las misas públicamente, esta situación que hoy se consideraría en cierta manera una violación a los derechos humanos, provocó una reacción en la dirección de la Iglesia, la que por medio de los sacerdotes de la época incitó a la población a generar protestas y con ello, se desbordó la pasión en muchos de los feligreses.

Los creyentes  se enfrentaron al gobierno por un período de tres años en la que murieron más 250 mil personas, se cometieron infinidad de abusos físicos extremos, tortura y abusos  sexuales, no solo de los participantes del movimiento y el ejército, muchos civiles fueron los que directa o indirectamente fueron afectados.

Había un descontento del gobierno de México, en este período, siendo militares o exmilitares los que se encontraban al frente, y la Iglesia Católica había apoyado el gobierno de Porfirio Díaz, aún tenían mucha influencia sobre la población rural e indígena y aún tenían muchos latifundios.

La expropiación de dichos bienes a la Iglesia y la limitación a la libertad religiosa, de la llamada Ley Calles (21 junio de 1926) basándose en la constitución de 1917, que prohibía la celebración del culto católico por parte de extranjeros en el país, así mismo incluía la limitación del número de sacerdotes a uno por cada seis mil habitantes, la necesidad de una licencia expedida por el Congreso de la Unión o los estados para poder ejercer el ministerio sacerdotal, la necesidad de estar registrados ante el gobierno municipal del lugar donde el sacerdote oficiara el culto religioso, se buscaba prohibir las manifestaciones de fe fuera de los hogares y expropiar las propiedades y bienes de la Iglesia y las reformas al código penal para establecer condenas por el incumplimiento de alguna de las nuevas leyes, las penas iban desde una multa, cárcel hasta un “castigo más grave” que era la muerte por fusilamiento.

Por lo que los obispos con el apoyo del entonces Papa Pío XI protestaron contra la ley y suspendieron la celebración de los cultos religiosos, aunado a esto surgió a Liga Nacional para la Defensa de las Libertades Religiosas inició una desobediencia contra el gobierno, pidiendo la abstención en el pago de impuestos y en el consumo de productos creados por el estado, causando grandes pérdidas económicas al país.

Esto generó que el gobierno de Calles ordenara la aprehensión de los líderes del organismo y a su vez estos líderes organizaron un movimiento armado con los feligreses en enero de 1927, en Jalisco que posteriormente se extendió a todo el país. Se trataba de grupos formados básicamente por peones y aparceros rurales, al mismo tiempo el gobierno aprovechó esta coyuntura para provocar una auténtica masacre de sacerdotes y católicos laicos.

Los feligreses al grito de ¡Viva Cristo Rey! Enfrentaron a los miembros del ejército que se topaban, una guerra religiosa muy cruenta en la que paradójicamente ninguna de las partes aplicaba piedad alguna, y en que las cúpulas del poder tanto militares como religiosas llegaron a un acuerdo en junio de 1929, pero la ley siguió aplicándose tardíamente en entidades alejadas de la república, generando nuevos mártires, así como con la manipulación de la gente y de los elementos del ejército y en las que la propia Iglesia llegó a desconocer a sus defensores del movimiento.

La disposición de la jerarquía católica, se centraba en la división que existía entre el Comité Episcopal, apoyado por el Vaticano, y los combatientes, apoyados en todo por la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, en lo que se refería a la necesidad del enfrentamiento violento que se estaba llevando a cabo. El sector transigente deseaba un acuerdo con el gobierno: que suspendiera la guerra para la reanudación del culto, sin importar el cumplimiento de las demandas eclesiales originales. Mientras que el sector intransigente deseaba la continuación de la guerra para el logro de esas demandas por todos los medios posibles.

El grupo transigente del episcopado vio la oportunidad para la negociación con el gobierno entre febrero y marzo de 1929, cuando ya parecía concretarse la posibilidad de un arreglo aceptable para ambas partes. La presión diplomática del Vaticano y Estados Unidos, se pensaba, estaba a favor de la jerarquía y las demandas que esta tenía con el gobierno. Lo cierto fue que el sector transigente, lo que quería, era terminar de una vez por todas con una guerra que de antemano sabía perdida. Lo que se intentaba negociar era que la posición de la Iglesia, en los ramos de su actividad, no quedara afectada con la guerra. No importaba que miles de vidas se hubieran perdido en el curso de la guerra.

Lo cierto es que los negociadores del gobierno querían firmar el acuerdo para la pacificación sin satisfacer ninguna demanda eclesial. De tal manera que el éxito del movimiento cristero quedaría coartado a favor del propio gobierno. El objetivo del arreglo sería únicamente para terminar el conflicto armado sin llegar a una modificación de fondo en la relación Iglesia Estado. Lo que se buscaba era un modus vivendi que permitiera a ambos adversarios dejar en impasse el conflicto de fondo. De hecho, esto fue lo que se logró con los arreglos de junio de 1929 entre el sector transigente de la Iglesia y el gobierno de Emilio Portes Gil.

Tras dicho acuerdo para establecer la paz, no se hicieron las reformas en la ley sólo se dejó de aplicar, por lo que las reformas reales se hicieron hasta 1992.

Calles había implantado un sistema educativo estilo socialista que limitaba en gran manera la libertad de culto, lo que llevó a una nueva disputa por motivos religiosos en la época de gobierno de Lázaro Cárdenas. También conocida como la segunda Cristiada entre 1936 y 1940 la cual sin embargo perdió fuerza al permitir el gobierno la libertad de culto.

Los estados más afectados por la guerra cristera fueron Jalisco, Guanajuato, San Luis Potosí, Colima, Michoacán y Zacatecas, pero hubo bajas en todo el país, así como muchos desplazados por la violencia, por ello hubo una importante migración a los Estados Unidos.

Aunque en el bando cristero, desde luego se encontraban los feligreses católicos, obispos, algunos intelectuales y parte de campesinos, en el otro bando también se incluían campesinos, otros intelectuales y el ejército federal.

La iglesia católica en un reavivamiento de su movimiento a través del papa Juan Pablo II, utilizó las figuras de los “mártires” del movimiento cristero que declaró: “Durante las duras pruebas que Dios permitió que experimentara su Iglesia en México, hace ya algunas décadas, éstos mártires supieron permanecer fieles al Señor, a sus comunidades eclesiales y a la larga tradición católica del pueblo mexicano. Con fe inquebrantable reconocieron como único soberano a Jesucristo, porque con viva esperanza aguardaban un tiempo en el que volviera a la nación mexicana la unidad de sus hijos y de sus familias.”

En la investigación para canonizar a 22 sacerdotes y 3 laicos, se señaló que los mismos fueron asesinados explícitamente por odio a la fe, que nunca tomaron las armas, sin embargo esta afirmación fue criticada ya que sólo tomaban en cuenta a 3 laicos que cumplían este requisito, mientras que en opinión de Jean Meyer, especialista en la historia cristera, según sus cálculos señaló que fueron por lo menos 200 laicos y 90 sacerdotes. Incluso se ha criticado el hecho de que en la campaña de difusión del proceso de canonización se haya exaltado la figura del sacerdote Cristóbal Magallanes opacando a los otros 24 que también sufrieron el acoso, la tortura y la muerte.

El primero cristero en ser beatificado fue el sacerdote Miguel Pro, quien desde el 26 de septiembre de 1988 recibió la venia de Juan Pablo II en México. Posteriormente, el 21 de mayo del 2000 los santos cristeros fueron canonizados en la basílica de San Pedro en la Ciudad del Vaticano por el sumo pontífice.

El papa Francisco canonizó a otro cristero, a José Sánchez del Río, un jovencito de 14 años que fue asesinado en el movimiento cristero.

En México, la religión ha sido un tema que ha marcado la evolución histórica del país, formando parte de los acontecimientos más relevantes de nuestra identidad mexicana, y es preocupante que persista la discriminación por motivos religiosos.

Históricamente, en México se ha violentado a las personas imponiéndoles una determinada religión; hoy, existen mayores mecanismos de protección a la libertad de religión de las personas, a nivel mundial, a efecto de rechazar la imposición.

https://relatosehistorias.mx/nuestras-historias/cual-fue-la-traicion-la-rebelion-cristera

http://sil.gobernacion.gob.mx/Archivos/Documentos/2018/03/asun_3681749_20180320_1521566700.pdf

https://journals.openedition.org/nuevomundo/215
https://www.excelsior.com.mx/nacional/2016/10/16/1122693

http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1607-050X2009000200012

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