Escrito XXIII
Esta vivencia es solo muestra de vida y castigo por uno mismo.
Si tienes o crees que das lo suficiente, ojalá que cuando mi Padre te pida algo lo consigas.
Encerrados los mensajes van, pero fácil de descifrar si quieres serán
El jornalero y el jefe.
Al tiempo en que el sol calienta y alumbra cada pisada, se le conoce como dicha de razón, virtud de vida, consuelo y esperanza.
El día pasa y la noche se acerca, se aproxima con suavidad y sosiego, pero por más lento que parezca, siempre acaba llegando.
Aquel jornalero trabajaba con fuerza, con entrega y sudor, su vida transcurría con cargas y cansancio, transcurría con desesperación, su única motivación era el día de paga, su fortaleza era el recibir y juntar denario para proveer a su familia.
Pero su motivo de fuerza se veía cada vez mas lejano, su entrega era cada vez menos, gracias a la desilusión de su recompensa adquirida, después de largas horas de trabajo y gracias a aquel, que jefe se hacia llamar.
El que sudaba cada día, ganaba cada vez menos, y el que pagaba sin hacer nada, cada día su bolsillo engordaba.
Un día de un momento a otro, un crío enfermo del jornalero amaneció, y con angustia y temor, se acercó a pedir descanso en su trabajo para poder acompañar a su hijo en su enfermedad, se acercó a su jefe a pedir un denario extra para soportar los gastos que provocaría la medicina requerida, se acercó solo a pedir consuelo y un poco de apoyo en algo que el se había ganado.
El jefe de aquel jornalero, negó descanso, negó denario y con gritos y ofensas mandó a aquel, preocupado de vuelta a sus labores, diciéndole que si quería denario tenía que ganárselo, ya que solo trabajando lo obtendría.
Y después de gritar y ofender, dio la vuelta e ignorando las necesidades y angustias de su jornalero, con enojo marchó.
Al día siguiente de igual forma que el anterior, el hijo del jornalero sanó, sin explicación, sin medicina, sin nada, había sanado de forma milagrosa.
El jornalero con llanto en los ojos, hincó ante su hijo al ver aquella maravilla y agradeció a Dios Padre, por haber sanado a su hijo, agradeció por permitirle no haber gastado denario, pero sobre todo, agradeció por no perder su trabajo.
Después de dar gracias a mi Padre, aquel jornalero, con alegría y esperanza, se marchó a sus labores como lo hacía cada día, pero esa ocasión, lo hizo con ilusión y agradecimiento de ganar el poco denario que a su familia y a él, les servía en sus vidas, lo hizo sin quejarse.
Al llegar a su trabajo, descubrió que su jefe no se encontraba, ya que su único hijo había amanecido enfermo.
Todos los trabajadores alegres se encontraban con aquella noticia, y todos decían que merecido lo tenía por ser inhumano y cruel.
Todos alegraban y reían del dolor de su jefe, excepto aquel jornalero que un día antes había vivido la misma angustia.
A los dos días, el jefe se acercó con el jornalero, y pidió tres monedas, solo le pedía tres monedas, a lo que el jornalero contestaba que no tenía, el jefe lloraba y le imploraba que le diera tres monedas, y el jornalero solo repetía que no tenía ni una que regalar.
Insistió e insistió por tres monedas, hasta que el jornalero sin entender aun, le preguntó por qué tanta angustia por tres monedas.
Y su jefe le dijo.
“Dios me da la oportunidad de salvar a mi hijo, pero me dijo que lo sanaría rápido, si algún jornalero me regalaba tres monedas cuando se las pidiera, y ya pedí a todos y nadie las tiene, o no me las quieren dar.”
Después de explicar su insistencia, aquel jefe el cual era un hombre cruel y agresivo se retiró llorando como un niño al cual acaban de regañar.
Al segundo día, de nueva cuenta se acercó a aquel jornalero, pero ahora le pedía una prenda para tapar el frío, el jornalero le dijo que él no tenía una prenda extra ni en su casa, a lo que el jefe, insistía e insistía de forma tajante.
El jornalero le preguntó, el por qué tenía tanta insistencia ahora en una prenda para el frío.
Y el jefe le contestó.
“Dios me dijo que sanaba a mi hijo, si algún jornalero me daba una prenda para el frío, y nadie la tiene, o no me la quiere dar.”
Al terminar de decir eso, aquel jefe gruñón y cruel, lloró y con angustia se retiró.
Al tercer día, el jornalero acercó de nueva cuenta sus palabras a mi Padre, y le preguntó el por qué no sanaba al hijo de su jefe.
Y Dios le dijo.
“sanado ha sido por tu petición, fe y humildad tu hijo, pero él que tiene todo, al que se le acercaba lo desconocía, teniendo denario lo escondía, pudiendo dar licencia no la otorgaba, trabajando decía que se conseguía todo, y le he demostrado que ustedes aunque sudan, no tienen tres denarios de mas que regalar, y mucho menos una prenda de frío que brindar, y aunque su denario y poder ante ustedes sea excesivo, no le servirá de nada para sanar a su primogénito.”
“Así que ustedes no tendrán lo que el tiene, pero él jamás tendrá lo que ustedes aman.”
Esta vivencia es solo muestra de vida y castigo por uno mismo.
Si tienes o crees que das lo suficiente, ojalá que cuando mi Padre te pida algo lo consigas.
Encerrados los mensajes van, pero fácil de descifrar si quieres serán.
El jornalero debe de recibir el denario justo por su trabajo, y el jefe no debe de abusar de su posición.
El día cambia a noche y la noche a día, pero solo mi Padre puede juzgar y cambiar.
Dichosos los que entiendan.
El vivaz y explotador, de familia carecerá y de amor puro no sabrá.
El trabajador justo y sin envidias crecerá, y su fruto será comido por su familia.
El trabajador flojo, mentiroso y vivaz no gozara la recompensa de su sudor.
El jefe humilde y comprensivo, con paz y tranquilidad vivirá.
El jefe ostentoso y cruel, carecerá de todo lo anterior.
Dichosos los que entiendan.
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