Escrito XLVIII
el dolor no debe de existir ante las palabras de Dios, que Él siempre ha intentado sacar una sonrisa del hijo triste, sea cual sea su penar
A los tres días de la resurrección del Ángel Supremo, no solo lo vieron aquellos que lo seguían, si no que millones de personas del mundo, sintieron un ablandamiento radical dentro de sus corazones.
Iesus empezó una nueva vida repleta de amor, pero sobre todo llena de justicia.
Ha caminado de norte a sur, y tan solo ha esperado el momento para hacerse visible ante todos aquellos que aun lo esperan con ansias.
Pero aunque muchos teman su llegada, nada podrán hacer cuando frente a su balanza se encuentren.
Dichosos los que entiendan.
“¿por qué me has abandonado Señor, que te he hecho?”
Palabras de duda e interrogación las cuales hacía Miguel, hombre latino el cual acababa de perder a su esposa e hijos en un accidente, y que por su dolor había desentendido su jornal, olvidándose por completo de su vida, atrayendo el despido del mismo.
“por que me pasa esto a mi, y no a otros, Dios.”
Sus reclamos seguían siendo intensos en su mente, con cada pisada que daba rumbo a su hogar.
“por que si eres justo, me haces esto a mi y a los justos.”
Al terminar de decir esas palabras, frente a él se detuvo un auto blanco en cuyo interior venía un hombre risueño el cual le gritó.
“hola buen hombre, como salgo de la ciudad y de vida.”. Y comenzó a reír.
Y Miguel viéndolo le contestó amablemente.
“si vas a salir de la ciudad, debes de tomar aquella calle de allá, la cual te sacará directo, pero si quieres salir de la vida, pues creo que deberías llevarme contigo, ya que yo tampoco quiero estar en ella.”
El hombre aquel con mirada penetrante le dijo suavemente.
“así como piensas tan rápido para ayudar a guiar, deberías de aprender a ayudarte y guiarte a ti mismo.”
“tu vida es mía, y tu dolor es mi amor, así que alza tu mirada, así como tu ánimo y sigue el camino que consuela todas tus penas.”
Miguel al escuchar esas palabras de aquel hombre desconocido, bajó la cabeza y parpadeando se disponía a agradecer al hombre, pero al mirar, el auto blanco que en su interior traía a un hombre risueño, ya no se encontraba ahí.
Sorprendido alzó su rostro a los cielos, y observó con alegría, como toda su familia que acababa de perder en aquel accidente, junto a aquel hombre risueño, se despedían desde los cielos, provocándole una calma y tranquilidad en su interior.
Desde aquel día, Miguel entiende que el dolor no debe de existir ante las palabras de Dios, que Él siempre ha intentado sacar una sonrisa del hijo triste, sea cual sea su penar.
No importa como se presente ante ti, recuerda que los tiempos han cambiado y no vendrá con apariencia conocida, pero si con apariencia de bondad,
Dichosos los que entiendan.