Carla-carlos
Se van sin decir algo, su esencia dejan una estela muy tenue, apenas perceptible al sentido del olfato. Sus pasos ligeramente audibles son como leves zarpazos que dan a la tierra. Se van porque su jornada ha terminado, la hora matutina ya no encaja con su labor cotidiana y nocturna. Volverán mañana, otra vez con sus vestimentas fluorescentes y empalagosas a la vista. Algunas con vestidos y “algunos” también con vestidos. Se infiltran los unos con las otras para los mismos menesteres y quehaceres.
Les vemos cada noche en la misma calle, merodeando el bar Cantabria, los autos van aminorando su marcha para contemplarles de cerca. Y cada tarde-noche aparece ella; cuerpo esbelto, un rostro bello que sobresale a los demás rostros, su andar provoca que las miradas descansen en su cuerpo lascivamente.
Nosotros buscamos su mirada porque es nuestro menester nocturno. Nos ha robado el sueño. Peleamos por su sonrisa, por un gesto suyo a nuestro inquieto caminar a su lado. No nos importa, al menos a mí, el que sea Travestí, es más ni pensamos en ello, porque quizá nunca le tendríamos a la mano, y/o disponible para Ernesto o para mi, decimos “quizá”, porque el destino cambia pareceres en cuestión de segundos, sin embargo, nos cautiva su sonrisa, sus labios, sus ojos negros… su todo. Nunca hemos deseado saber su verdadero nombre, queremos que la interrogante quede suspendida en el espacio de nuestra conciencia. Totalmente lejana a nosotros cada vez que se va con un cliente, la olvidamos y marchamos a casa sin pesar ni congoja. Seguimos noche a noche en su búsqueda, prendidos a sus encantos.Se va, llega, se vuelve a ir, regresa y nosotros siempre fieles a nuestro entendimiento de lo que es enamorarse así, con sádico masoquismo, enfermizos de pasión, pensamientos crueles, y así lo entendemos Ernesto y yo.
En cuanto nos dé por arriesgar nuestro cuerpo, tal vez entonces desprendamos nuestro hálito varonil y sin preámbulo a lo desconocido nos demos a la tarea de saber su sexo, aún a costa de una desilusión perenne.Después, tal vez mucho después o quizá antes de lo pactado, alguno de los dos salga de la duda y entonces tengamos que callar o ser hermanos de cama.
Cayetano Vázquez del Mercado.